Pensando el arte cinematográfico a la manera de un sueño, entendemos que el mismo puede constituirse -como lo fue para Freud el material onírico- en una vía regia para acceder a las profundidades de lo inconsciente. De este modo puede verse que el presente film, nos plantea la gran cuestión humana de la pérdida afectiva.
Carla (protagonizada impecablemente por Ana Celentano) reacciona con una intensa y particular negación –que los psicoanalistas solemos llamar desmentida- frente a la incierta pérdida de su pareja, Luciano (personaje muy bien interpretado por Germán Palacios). Dicha reacción lleva a Carla a la creación de Luis, un doble de Luciano, con quien se mantiene la tensión de un proceso de duelo que culmina recién en el momento en que la resignación se hace porosa al dolor mental de la pérdida.
Se trabajó la película no sólo desde la perspectiva del duelo en sus aspectos “negros”, que lo ligan a la melancolía, sino también en lo que a menudo detrás de este duelo se esconde, esto es, núcleos de duelo “blanco”, que alude a la pérdida menos evidente en los pliegues del vínculo afectivo.
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